Atrapados por un calor limitante y fastidioso, naturalmente este clima imperante se torna prácticamente invivible. Si añadimos los masivos y prolongados cortes de luz y agua, las penurias y padecimientos eléctricos de los usuarios afectados más vulnerables (más ferozmente en CABA y AMBA), son inconmensurables en su totalidad.
Sobre esto último y en ese caso, hace tiempo urge la intervención cautelar administrativa de la empresa Edesur, una auditoría calificada de la misma previa a una eventual quita de la concesión respectiva; ello sin perjuicio de las responsabilidades civiles, penales y ambientales empresarias, las del ente regulador eléctrico (ENRE) como las de la Secretaría de Energía de la Nación.
Respecto al marcado descalabro climático, es hora de escuchar y entender innumerables advertencias autorizadas, como de hacer al respecto, todo aquello que todavía está a nuestro alcance.
Una de las primeras amonestaciones surgió de las conclusiones de la Conferencia Científica de la Organización de las Naciones Unidas, también conocida como la Primera Cumbre para la Tierra, celebrada en Estocolmo, Suecia, entre el 5 al 16 de junio de 1972; la cual, atinada y oportunamente, adoptó una declaración que enunciaba los principios precautorios para la conservación y mejora ecológica del medio humano y un plan de acción que contenía recomendaciones para la acción medioambiental internacional.
El clima se define por un conjunto de requisitos atmosféricos, constituido por la cantidad y frecuencia de lluvias, la humedad, la temperatura, los vientos; cuya acción compleja y omnicomprensiva influye en la existencia de los seres sometidos al mismo. Obviamente, la alteración climática actual se corresponde con un abrupto incremento sostenido de la temperatura.
Con la finalidad de que los gobiernos y las respectivas corporaciones tomen decisiones acordes con la gravedad de la crisis ecológica, Naciones Unidas impulsó Cumbres y Conferencias cruciales como la de noviembre último en Egipto, COP27, ante las de París (2015), Montreal (2022), y otras.
Si bien, en la COP27 se produjeron avances significativos en materia de adaptación climática, los 190 gobiernos participantes acordaron la forma de avanzar en ello como objetivo mundial, con el propósito de mejorar la resiliencia entre los más vulnerables.
Hacer, ¡ahora!
Básicamente se trata de transformar el actual modelo inviable de producción, consumo, transportes o programas espaciales; por otro que sea humana y ecológicamente sostenible, desde una visión de “ecología integral”.
Nos apremia entonces un cambio rotundo de la “Matriz o modelo energético” ante la hegemonía de combustibles fósiles como el petróleo, el carbón y el gas; a un nuevo patrón energético basado en energías verdes, limpias y renovables.
Para Argentina dada su dependencia de combustibles fósiles, resulta imperativo que todo el liderazgo político, empresarial, sindical, científico y educativo, asuma sin más procrastinaciones su corresponsabilidad con el referido imperativo de cambio como activa política de Estado, en pos de un nuevo paradigma de energías renovables beneficioso para el clima, la biodiversidad, la salud, el trabajo, la circulación y la conciencia ecológica.
Cuando el presente y el futuro de las empresas pasan por un “marketing verde”, usuarios y consumidores también debemos acentuar nuestros reclamos por la adopción de prácticas ambientales más responsables con el planeta.
Por su parte, el Estado no debe escatimar fuertes impulsos a toda iniciativa para reducir y compensar el CO2, mediante un firme compromiso de cumplir y hacer cumplir los objetivos de desarrollo sostenible, contenidos en la Agenda 2030.
Todo ello debiera reflejarse en cada programa pre electoral, en pro de aquellos altos intereses del país y los del mundo actual, climáticamente tan apremiado y amenazado, dada la transversalidad ecológica.
Las recurrentes anomalías vejatorias en la prestación de servicios públicos esenciales como el irregular y desconfiable suministro de energía y de agua potable o transporte público, sin calidad ni eficiencia, sin tarifas justas y razonables, ya son bien conocidas… y “sufridas” por todos.