El paisaje de hoy no es el de ayer ni será el de mañana.
Nuestro ecosistema se modifica y adapta a los cambios de la Mar Chiquita al igual que la misma sociedad miramarense,por eso ya es característico escribir sobre cómo el habitante se sobrepone a las diferentes vicisitudes, las herramientas utilizadas y su capacidad de adaptación. La armonía lograda con este amplio espejo de agua salada, se vio interrumpida a primeros años del inaugurado siglo XXI, cuando copiosas lluvias provocaron que la laguna emprendiera su tercer avance sobre la localidad, lento, paulatino, inexorable.Fueron meses, de febrero a diciembre del año 2003, cuando aturdido el habitante ofreció resistencia, siendo abatido irremediablemente como en las dos embestidas anteriores.Entonces, el pueblo vestía de gris, una angustia imperante en el ambiente que recrudecía con la llegada del mes de agosto y los fuertes vientos de estación.
Las calles mostraban unas apenas perceptibles grietas las cuales rompían el asfalto, dejando correr hilos de agua que asemejaban las lágrimas del habitante.El populoso “Barrio 105”, que se había construido para contener a los inundados de 1977, estaba siendo literalmente “devorado” por la laguna y nada se podía hacer, ya que todos los intentos de defensa fueron fallidos.El final de la calle Rivadavia se había unido a la Mar Chiquita y por segunda vez, la zona rural quedaba aislada desde ese sector.
Muchas familias y emprendimientos turísticos pasaron nuevamente por esta dolorosa experiencia de perderlo todo.El sonido del oleaje golpeando en la costa, provocaba esa desazón inevitable que rememoraba épocas pasadas, todo era incertidumbre y perplejidad.Vilma Herrera fue una de las afectadas en esta ocasión así lo recuerda:“En ese entonces vivía sobre la calle Esquiú, detrás de lo que hoy es el negocio Meli-Mar, se notaba desde hacía un tiempo que la laguna crecía, más perceptible cuando arreciaba el viento norte. En la esquina de casa, está el centro de jubilados, por momentos el agua llegaba hasta el frente, por eso el municipio puso defensas de bolsas de arena y bombas extractoras de agua. La mar no nos llegó por la calle sino por el patio, primero fue mi vecino, don Trucco, después nosotros.Las noches de viento norte eran interminables, no dormíamos por temor a que el agua entrara y no nos diéramos cuenta. En esa época estaba cursado el profesorado de Historia en Balnearia y el regreso a casa lo hacía rezando para que esa noche, aunque solo sea por esa noche, el agua no llegara, hasta que tristemente también nos llego. Aunque teníamos bolsas de arena, fue imposible contenerla y entró a la cocina.
Al otro día el agua se había retirado de la casa pero seguía en el patio, fue en ese momento cuando decidimos dejarla. Defensa civil nos recibió a todos los damnificados en el náutico, ellos nos ubicaron en una nueva vivienda provisoria hasta que se terminó el barrio y nos mudamos definitivamente.No se puede explicar en palabras lo que se siente, uno piensa que no le va a tocar, que la laguna se va a detener, y si se detiene, lo que no sabíamos en ese momento es a donde…”El municipio junto a Defensa civil con médicos y psicólogos, recorrían las calles y contenían al miramarense en este dramático momento.Se armaron cuadrillas de horario corrido con empleados municipales y vecinos para llenar bolsas de arena y armar defensas.
Después de cada viento norte, el camión municipal con mudanzas trasladando familias completas eran parte del contexto, la mirada cansina y la desazón, eran parte de cada uno de los miramarenses. El daño fue menor, las heridas las mismas, 108 familias perdieron su vivienda, algunos por primera, segunda y tercera vez en las aguas de la Mar Chiquita, con el alivio en este caso, de contar con apoyo municipal y provincial, en donde el habitante se sintió contenido ya que el estado reconoció en metros cuadrados la pérdida, construyéndose un nuevo barrio, llamado “Barrio Parque”, con 158 viviendas, en donde fueron reubicados estos golpeados miramarenses.
En el año 2003, la laguna llegó a su pico máximo, diez mil kilómetros cuadrados, seiscientas mil hectáreas solo en la provincia de Córdoba, estudios de suelo , fotos satelitales y análisis de todo tipo determinaron que esa era la cota máxima. La naturaleza lo confirmó ya que a los pocos meses comenzó a retirarse, brindando un alivio impensado . La Mar Chiquita, la mar, está inmensa laguna que nos da vida y nos la quita en periodos naturales de ocho a diez años. El arraigo nos obliga a entenderla y el amor a adaptarnos a convivir con ella
Fuente Facebook: Había Una Vez