Recomiendan colocar elementos que contribuyan a disipar a las aves silvestres, y utilizar ropa y calzado exclusivos a la hora de trabajar con las aves.
El Senasa desplegó un amplio operativo de control y concientización respecto de la influenza aviar, con el objetivo de restaurar las exportaciones comerciales.
Buscando frenar la transmisión de la enfermedad entre las aves y para evitar una mayor penetración de la misma en el circuito comercial, el Senasa desplegó operativos de control y capacitaciones en todo el país, reforzando entre los productores de las granjas las medidas de manejo, higiene y bioseguridad.
En el caso de las granjas, se les pide especialmente limitar el acceso de vehículos y personas ajenas, aislar a las aves de otras silvestres con mallas antipájaros, controlar insectos y roedores, desinfectar las instalaciones y cuidar el manejo de desechos.
También se recomienda colocar elementos que contribuyan a disipar a las aves silvestres, como espantapájaros, y, en lo posible, utilizar ropa y calzado exclusivos a la hora de trabajar con las aves.
Tanto en los establecimientos como fuera de ellos, se aconseja evitar tener a las aves en libertad -dejándolas en gallineros con un espacio adecuado-, especialmente si hay espejos de agua cercanos.
En los últimos meses, el Senasa -indicó Rodolfo Acerbi, vicepresidente del organismo- trabajó en facilitar la comunicación de estas medidas, que están especificadas en la Resolución 1699/2019 del organismo.
«La bioseguridad en general es buena a nivel mundial pero este virus es extremadamente agresivo y ante cualquier mínima fisura, gana espacio y entra», explicó Acerbi, y subrayó que «el virus no aparece de la nada sino porque alguien lo trasladó ya sea un ave o una persona con sus vehículos, ropa o manos».
En el caso de las granjas comerciales, cada una posee un médico veterinario que está capacitado por el Senasa y «es responsable junto al granjero en lo sanitario y en la bioseguridad».
Ante la detección de casos en aves comerciales o de traspatio, se procede, además del sacrificio de los animales a través de un entierro o incineración reglamentada, con una profunda limpieza y desinfección de todo el establecimiento. Tras ello, luego de un mes, el Senasa realiza un muestreo y allí analiza si autoriza o no repoblar el lugar.
Además de ello – explicó Acerbi- se fijan dos anillos alrededor de la granja: una zona de foco en los tres kilómetros alrededor de la misma y otra de vigilancia en los 10 kilómetros contiguos.
En ella se realiza un censo total de las aves y granjas, controlando el tránsito de personas y vehículos, implementando medidas de bioseguridad y limpieza reforzadas y prohibiendo el ingreso de nuevas aves.
Fuera de las granjas, en el caso de las aves silvestres, el Senasa encara un trabajo de coordinación con los guardaparques y la utilización de drones, para verificar la presencia de aves muertas flotando en los espejos de agua y en sus orillas, o de ejemplares con síntomas como hinchazón, incoordinación o respiración dificultosa.
Fuente: Télam