El comercio entre América Latina y China creció 20 veces entre los años 2000 y 2020, y se estima que se duplicarán los valores actuales de cara al 2035, según los datos difundidos por la agencia de noticias rusa Sputnik. China, además, ofrece préstamos a un bajo nivel de interés y financia todo tipo de proyectos en energía, infraestructura y transporte, mientras que para iniciar las relaciones comerciales exige el no reconocimiento de Taiwán, país con el que mantiene un conflicto de larga data.
¿Por qué la influencia china en la región no solo se expande, sino que se consolida? A la respuesta de dicho interrogante se la puede definir como multidimensional, ya que son varios los factores que deben ser tenidos en cuenta.
En principio, hay que considerar el factor cultural. Estados Unidos, históricamente, patrocinó las más feroces, crueles y autoritarias dictaduras del continente, desplegando una política de injerencia directa en los asuntos de América Latina, ya sea en términos militares, económicos y financieros. Y para una región cuyo perfil productivo estuvo siempre orientado a la extracción de recursos naturales y la exportación de materias primas, el opulento mercado interno chino resulta más que prometedor. Vistas así las cosas, no resulta para nada extraño que los Estados de la región reciban con los brazos abiertos los capitales frescos que la República Popular China ofrece.
Además, China aplica una política de inversiones pragmática, dejando la ideología de lado, mantiene relaciones con todos los Estados por igual y financia todo tipo de proyectos. Generando, además, algo que resulta muy atractivo para los posibles receptores de los capitales chinos: la transferencia tecnológica; en una era marcada por los avances tecnológicos, el internet y la inmediatez, el acceso a la tecnología es una herramienta indispensable para el desarrollo de las naciones.
Ahora bien, lógicamente, la presencia China no es uniforme en toda la región. En el caso de Sudamérica, es posible plantear la existencia de una consolidación de las relaciones con el gigante asiático. China se volvió el principal socio extra-regional de Brasil, Chile y Colombia, mientras que mantiene una sólida relación comercial con Argentina, Perú y Venezuela.
Distinta situación ocurre en Centroamérica, donde la presencia del gigante asiático se encuentra en expansión, siendo solo Honduras, Guatemala y Belice naciones que aún mantienen un contacto diplomático y comercial con Taiwán, y no tienen formalizado su vínculo con China. Pero en el caso centroamericano, la situación es más compleja, ya que dada su proximidad con Estados Unidos, el vínculo político, económico y cultural es más fuerte. Además, no puede obviarse que el dinero proveniente de las remesas que los migrantes envían a sus países de origen representan, para muchos Estados, el principal ingreso de dólares.
En el caso de Norteamérica, región integrada por México, Estados Unidos y Canadá, la presencia China está prácticamente vetada, ya que el nuevo T-MEC (Tratado México, Estados Unidos y Canadá), que se plantea como sustituto del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAM o más conocido como NAFTA por sus siglas en inglés), impide que cualquiera de sus partes firme un acuerdo de libre comercio con China sin la aprobación de los otros miembros. Algo que Estados Unidos jamás va a permitir, ya que China es su principal competidor.
Este avance y consolidación de las posiciones chinas en América Latina en detrimento de los intereses norteamericanos se puede ejemplificar como las dos caras de una misma moneda. Por un lado, vemos una política exterior mucho más agresiva desde lo diplomático por parte de China, que utiliza la diplomacia económica como piedra angular en su estrategia de avance y consolidación para penetrar en nuevos mercados. Mientras que ha habido una relajación por parte de Estados Unidos respecto de su posición en la región.
Ante dicho avance, Estados Unidos parece intentar desplegar una nueva Doctrina Monroe. Esta doctrina data de 1823 y fue lo que despertó el interés de Estados Unidos en Latinoamérica, “América para los americanos”, y más tarde se volvió el eje central de su política exterior para con el continente, ya que lo que buscaba -y busca- es no permitir la intervención de potencias extranjeras en los asuntos internos de los Estados del hemisferio americano.
Como vemos, Estados Unidos intenta atender los nuevos temas de Latinoamérica con viejas respuestas. Resta solo conocer cuál será la postura que tomará frente al avance de la penetración china en Centroamérica y el Caribe, regiones que históricamente fueron su área de influencia más próxima.
@Por Gerardo Leclercq para La tinta