El Ministerio de Seguridad cordobés anunció el viernes por la noche, mediante un tweet, que había aceptado la renuncia de Diego Concha a su cargo como Director de Defensa Civil de la provincia.
Los motivos de la renuncia eran “personales”, aunque horas después se conoció su detención a raíz de una imputación por violencia de género.
El gobierno provincial se lo sacó de encima antes que lo detuvieran, hablando en criollo.
Diego Concha fue, durante demasiado tiempo, la cara de los incendios en Córdoba; un narrador impávido de la mayor tragedia socio-ambiental en esta provincia. Pero también, el rostro cómplice de un gobierno sospechado -irremediablemente- de dejar avanzar múltiples incendios simultáneos a los que siempre acudió a destiempo.
Bombero con décadas de experiencia, no podríamos decir que no sabía acerca de estrategias para combatir los incendios.
Supo, pudo pero no quiso y la evidencia está presente en la tragedia de cada una de las personas y lugares asolados por el fuego durante su gestión.
Así, su figura quedará históricamente asociada a más de 400 mil hectáreas quemadas en la provincia de Córdoba durante los últimos dos años.
Pero también, a su gestión del 15 de febrero de 2015 en Sierras Chicas, cuando una feroz inundación azotó la región pese a las advertencias previas sobre los desmontes que podrían generar la tragedia.
Una frase bajó desde los altos despachos del gobierno provincial desde entonces y Diego Concha hizo su tarea repitiendo -impávido cada vez que las llamas consumían bosques y sierras- que “la prioridad es salvar vidas”: cinco personas murieron víctimas de los incendios en los dos últimos años y otras ocho producto de la inundación en Sierras Chicas; envueltas en llamas o en agua, según el caso.
Centenares de casas reducidas a recuerdos, familias campesinas obligadas a emigrar, paisajes devastados y un todavía incalculable desequilibrio ecológico en Córdoba.
Funcionario histórico de Defensa Civil, designado por José Manuel de la Sota en su tercer mandato y sostenido luego por Juan Schiaretti durante sus dos gobernaciones.
Su renuncia era pedida desde hace años, no por estas “causas personales” sino por su funesto desempeño como funcionario público, que lo redujo a un relator constante de incendios y cronista de inclemencias climáticas. Siempre obediente al poder. Siempre indiferente a los reclamos de la sociedad civil.
Dividió a los bomberos voluntarios con la creación de la Agrupación Acción Serrana: cuarteles “oficialistas” conformados por un puñado de delegaciones de la región de Punilla con la idea de socavar a la histórica Federación de Bomberos Voluntarios provincial mientras muchos atestiguaban cómo los bomberos esperaban órdenes -que nunca llegaban- para detener el fuego en las serranías, parados en la puerta de las viviendas viendo cómo ardían las sierras.
Octubre de 2020: “Diego es la figura más representativa porque él es la voz que todos queremos escuchar cuando está ocurriendo un siniestro, esperamos que él nos dé una buena noticia” decía Daniel Passerini, el vice intendente de Córdoba al entregarle un reconocimiento mientras las sierras ardían y los bomberos extenuados, ya no daban abasto.
En el mismo mes e idéntico contexto, el diputado nacional Héctor Baldassi ocupaba su tiempo en el siguiente proyecto: “La Cámara de Diputados de la Nación declara que destaca el compromiso y el valor de los bomberos voluntarios y la Dirección de Defensa Civil de la Provincia de Córdoba, a cargo de su director Diego Concha, por su profesionalismo y entrega en el operativo contra los incendios en la mencionada provincia, iniciados en el mes de agosto del corriente año”. Se incendiaron 350 mil hectáreas ese año.
Diego Concha fue la cara visible de un gobierno incapaz de dimensionar la magnitud del impacto socio-ambiental generado por los incendios forestales, múltiples y simultáneos en la geografía provincial. Sin autocrítica, ineficaz, con desidia a la hora de implementar políticas preventivas y de contención rápida de los incendios que los llevaron a una magnitud inconmensurable, tanto humana como ambiental. Más grave aún: implementando la voracidad del fuego como política de Estado que quedará como la marca registrada de un gobierno que se apoltronó sobre una dudosa idea de progreso, sentado alrededor de un siniestro fogón de pocos amigos.
Por Daniel Díaz Romero (Periodista)
Fuente: periodismoambiental.com.ar